Por qué los teleféricos son una excelente inversión en movilidad si se planifican bien


Relata la historia que el primer teleférico o cable aéreo que fue construido en el mundo fue en San Sebastián (España). Allí en tierras vascas, el ingeniero, matemático e inventor Leonardo Torres Quevedo, desarrolló con éxito su primer modelo en 1907 para permitir a la aristocracia donostiarra subir fácilmente a la cima del monte Ulía. Había tenido esfuerzos fallidos desde 1887, uno de los más referenciados fue la línea Klimsenhorn-Pilatus Kulm en Suiza.

Luego de su primer proyecto exitoso, el español Torres Quevedo se inmortalizó con un invento que aún sigue en funcionamiento: el Spanish Aerocar en las cataratas del Niágara, en Canadá.

Desde ese momento el teleférico ha existido como un medio de transporte muy atado al turismo, pero en 2004 la ciudad de Medellín lo convirtió en una verdadera innovación urbana, al usarlo como nueva línea del sistema de transporte masivo o metro de la ciudad.

A partir de ese hito muchas ciudades del mundo han desarrollado su propio teleférico. La Paz, Caracas, Río de Janeiro, Cali, Ciudad de México, tienen ya cables aéreos funcionando y ciudades como Quito, Bogotá o Guatemala trabajan en tener uno.

Ahora bien, el teleférico se ha convertido en una solución de transporte viable y económica para las ciudades que por su geografía no tienen posibilidades de hacer un tranvía o un metro. Además en aquellas que son montañosas o de topografía compleja, ha sido una verdadera bendición para acceder a zonas que en su mayoría son habitadas por población de bajos recursos. Esto le da un mayor valor porque se convierte en un factor de inclusión y de calidad de vida a través de la movilidad.

Es necesario decir que el mantenimiento de este tipo de sistemas es costoso porque tiene muchos elementos móviles. El propio cable va sobre unas guías y unas ruedas y hace algunos quiebres y giros. Eso inevitablemente genera un desgaste, por lo que la vida útil del cable es de 5 a 7 años. Otros elementos con una vida útil corta son las ruedas, que en muchos casos son de caucho, para pasar el cable sobre las torres. En resumen, muchos elementos de caucho que sirven para evitar temas como el ruido y la vibración, deben cambiarse constantemente.

Pero ese costo de mantenimiento lo contrarresta el beneficio social que genera, que es sin duda muy superior. Eso sí, los gobiernos tienen que aportar recursos para facilitar la movilidad, ya que honestamente es muy difícil que un sistema financiado de manera privada viva exclusivamente de los ingresos por pasaje y sea rentable.

Pero si un teleférico urbano tiene enormes ventajas sociales, ni que decir de los teleféricos rurales. Tuve la oportunidad con mi empresa de desarrollar los teleféricos del departamento de Antioquia (Colombia) desde 2007, gracias a que en ese tiempo el gobierno departamental obtuvo con el Banco Interamericano de Desarrollo BID un empréstito para desarrollar el programa Vías para la Integración y la Equidad, que incluía este novedoso medio de trasporte para varios municipios.

Los teleféricos rurales se convirtieron en soluciones de transporte muy importantes para algunas comunidades y permitieron, por ejemplo, que un campesino pudiera transportar en 7 minutos los productos que sembraba para llevarlos a la carretera a venderlos, faena en la que antes se demoraba transportándose 7 horas en mula. Y ni hablar de los niños que tenían que ir al colegio y cuyos recorridos disminuyeron por lo menos dos horas y además mejoraron su calidad de vida. Vale decir que algunos de esos cables se construyeron con una vocación turística.

Hoy desafortunadamente todos esos teleféricos están cerrados y sin funcionar. ¿Cuál es la razón? El problema de estos proyectos es que siempre hay un gobierno que los inicia y los hace de buena voluntad para las comunidades, pero el gobierno que viene, como fue hecho por el alcalde o el gobernador anterior, pues no le asigna recursos. Y aunque es triste decirlo, son las tensiones e intereses políticos los que actúan en contra del bien común de las poblaciones que ya gozaban de estos sistemas. Pasa en Antioquia, pasa en Quindío y pasa también en Río de Janeiro, donde hoy el cable de la favela do Alemao está cerrado por motivos similares.

Ante este tipo de realidades cabe preguntarse: ¿cómo puede entonces un municipio pequeño y rural hacer un proyecto de este tipo y darle sostenibilidad en el tiempo? El modelo perfecto es asociarlo a un ingreso que permita solventar los costos de operación. Si en las estaciones se aprovecha y se crean locales comerciales, bodegas o espacios que generen ingresos, ello hará que el sistema funcione en el largo plazo con la suma del cobro de tiquete o pasaje. Hacer infraestructura adicional que pueda ser comercial o turística es clave.

Lo cierto es que los teleféricos seguirán siendo un medio de transporte muy útil, amigable con el medio ambiente y de alto impacto social para ciudades de todo tipo y zonas rurales. Contrario a la motivación que tuvo ese primer teleférico creado por Leonardo Torres Quevedo para la aristocracia vasca en 1907.

Hasta pronto y gracias por su lectura

René Albisser Villegas – CEO Sytecsa