Vehículos voladores: cuando la física aún te pone problemas.


Este fin de semana leí un especial periodístico sobre cómo serán las ciudades en el futuro. Sus autores propusieron un ejercicio hipotético de definir 10 elementos o características que tendrán las urbes y uno de ellos era el vehículo autónomo y también volador. Este tema es, sin duda, apasionante para quienes nos gusta estudiar la movilidad y si me permite amigo lector también me atreveré a hacer algunas reflexiones y un poco de futurología sobre el asunto.

Hoy vemos cómo los drones son usados por empresas como Amazon para el transporte de mercancías y ello ha alentado a pensar que con esta misma clase de tecnología se puede transportar personas. Ya Airbus tiene un prototipo de auto volador llamado PopUp y la empresa tecnológica Uber firmó hace pocos días un acuerdo con la NASA para desarrollar una red de autos voladores bajo demanda para 2020 en Dallas, Dubai y Los Ángeles. Un tercer gigante global que trabaja en esta misma dirección es Alphabet, filial de Google Inc.

Lo primero para decir sobre este escenario futuro de los autos voladores es que ellos tienen todavía una enorme limitación que superar: la Física. El hombre ha tenido grandes dificultades para superar la ley de la gravedad. Y lo que sigue siendo un problema es que se necesita una cantidad gigante de energía para levantar una persona y transportarla de un lugar a otro. Eso no ha cambiado mucho a pesar de los adelantos tecnológicos y sigue siendo uno de los retos más importantes. Por eso a corto y mediano plazo me atrevo a decir que no veo que el auto volador vaya a ser de uso masivo.

Quiero explicar un poco mejor el asunto de la Física. Los ensayos de vehículos voladores en los últimos 15 años se hicieron con prototipos con sistema de hélice –como un helicóptero – y a gasolina. Ese es el caso del PAL-V, desarrollado por los holandeses.

Luego han venido prototipos con la tracción y el movimiento de las alas hacia adelante. Pero también con una característica fundamental a la hora del desarrollo y es que sean movidos por energía eléctrica, por lo que el sistema usado hoy por los drones – de varias pequeñas hélices- se ha convertido en el modelo a imitar. El prototipo de Airbus usa ese tipo de tecnología.

Para lograr la sincronización de varios motores, estos deben ser eléctricos, pero además mover ese tipo de vehículo supone un aumento considerable en el consumo energético, para lo cual las baterías existentes representan un limitante adicional. Para cambiar esta realidad de la física y hacerlo masivo y rentable habría que inventar un tipo de energía cien por ciento limpia y que sea lo suficientemente eficiente para mover esta clase de motores. Los científicos dicen que un litro de agua tiene la energía suficiente para llevar a una persona a la luna, si pudiéramos extraer el cien por ciento de energía a ese litro de agua. Pero todavía es imposible y la tecnología para hacerlo no existe.

Una energía cercana sería el hidrogeno, que se ha venido usando, por ejemplo, para sistemas de transporte como trenes, buses y hasta cohetes. El problema que existe con él es que su almacenamiento sigue siendo complejo, el proceso de separación del hidrogeno y el oxígeno del agua es muy costoso y además la autonomía de los vehículos que lo usan es limitada.

Otro tema que supone muchos detalles que adecuar para los autos voladores es el factor humano que persiste en la tecnología, donde no hay aún sistemas cien por ciento confiables. Y si un vehículo volador falla en un vuelo y hay un accidente, sería fatal en porcentajes muy altos.

Y un último tema mucho más complejo para los autos voladores es resolver obstáculos normativos, entre ellos la aprobación para que puedan convivir con aviones, helicópteros y drones en el cielo. Imagínese amigo lector si un controlador aéreo en un aeropuerto con 300, 400 vuelos al día tiene sus complicaciones y existe el riesgo de accidentes, es un grandísimo reto pensar cómo se controla el tráfico aéreo de 1.000 o 2.000 autos volando al mismo tiempo en una ciudad.

Sería necesario estudiar cómo evitar que haya colisiones, choques, definir los vuelos hasta determinada altura y lugares donde no podrían hacerlo por asuntos de seguridad. Y un tema no menor por resolver sería la coexistencia con la naturaleza. Si los aeropuertos necesitan sistemas para ahuyentar los pájaros y así evitar accidentes y la muerte de especies, con los autos voladores sería casi imposible y ello significaría poner en peligro a esta fauna.

Por ello mi conclusión sobre los vehículos en el cielo es que será un servicio de lujo, donde un presidente o un ejecutivo de una compañía que necesite llegar al aeropuerto para tomar un vuelo, lo hará en estos aparatos que simulan un helicóptero, como un servicio exclusivo, porque el costo de moverse de un lado al otro aún no competirá con los sistemas tradicionales de transporte. Pero el futuro dirá cuan equivocados estamos o no.

Hasta pronto y gracias por su lectura

René Albisser Villegas – CEO Sytecsa